Rogelio no supo qué
tenía cuando lo llamaron del hospital ni a dónde lo llevaban ahora.
Siempre pensó que llegado el momento donde
no vale la pena seguir adelante y no puedes valerte por ti mismo, que algo
anuncia la hora de olvidar toda resistencia.-"¿Cómo estoy aquí?",
-"¿Por qué este frío en el estómago?". Se encuentra observado,
presiente que algo anda mal.
El temor es enorme y se doblan las piernas hasta impedirle
cualquier movimiento, aprieta con fuerza su mochila. Ahora no puede volver a
casa en el Vedado y hay que cerrar los ojos. A lo mejor no es real, pero el
estómago sigue doliendo y eso le hace regresar atrás. Rogelio recuerda de niño
sus trucos elocuentes con palabras que sirvieron para escuchar aplausos y
espantos. Una foto derruida por el tiempo que pasa y no perdona, unos padres
desconocidos en la memoria. Los mismos que no le brindaron una simple caricia o
un golpe siquiera, a partir de entonces guarda el asiento de madera. No está
seguro que haya pertenecido a su madre, pero era sólo un niño y nada importó si
los demás fueron implacables ante su llanto de miedo, le gusta el olor de la
caoba, se siente protegido...
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